Las fresas pueden contener múltiples residuos de plaguicidas. Así lo indican los últimos análisis oficiales del Ministerio de Consumo. Pero hay formas de evitar estos tóxicos en fresas y otros alimentos sin que suponga gastar más dinero.
Dentro de la «legalidad»
De las 17 muestras de fresas que tomó en 2020 la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), dependiente del Ministerio de Consumo, 14 tenían residuos de uno o más plaguicidas en una cantidad suficiente como para ser detectada por los instrumentos de medición.
La siguiente tabla contiene los datos de las 14 muestras de fresas contaminadas:
La buena noticia es que todos estos residuos se encontraban en una cantidad inferior al límite supuesto como «seguro» para la salud.
Pero a esta buena noticia se contraponen dos no tan buenas. La primera es que el límite máximo de residuo permitido por ley no se calcula únicamente por métodos científicos. Por el contrario, la cantidad de plaguicida segura según la ciencia puede modificarse por decisiones políticas. Así ocurrió en el año 2008, en el que para facilitar el mercado común en toda la Unión Europea se igualaron los límites de residuos. Pero en lugar de escoger el valor más restrictivo y seguro, la Comisión optó por imponer al conjunto el del estado con un límite más elevado. De esta forma, países como Alemania y Austria, que tenían normativa más protectora, vieron elevados los límites de residuos hasta 1.000 veces para el 65% de los plaguicidas. ¿Eran sus habitantes 1.000 veces más resistentes a esas sustancias de repente? Lo dudamos, pero el comercio manda.
La segunda mala noticia es que para calcular este límite no se tiene en cuenta el efecto combinado en la salud de todos esos plaguicidas juntos, o efecto cóctel. Este efecto se ha estudiado ampliamente para las sustancias que afectan el sistema hormonal o disruptores endocrinos, como la cipermetrina o el miclobutanil presentes en las fresas.
Solución: local, no intensivo y de temporada
LOCAL: La última muestra de la tabla, procedente de Marruecos, era la más contaminada con al menos 6 plaguicidas diferentes. Los análisis muestran que los alimentos importados de terceros países, con normativas más laxas respecto a tóxicos que la Unión Europea, tienen un mayor número de sustancias tóxicas que los cultivados en España.
Si a eso se suman impactos ambientales de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas en el transporte a largas distancias, queda clara la ventaja de la compra local. Por no hablar de que comprando local apoyas a las explotaciones agrarias de tu entorno.
NO INTENSIVO: A las plagas les encantan las grandes extensiones de terreno plantadas con un mismo cultivo. No tardan nada en afectar a toda la plantación porque no encuentran oposición de otros cultivos o plantas, microorganismos, ni fauna. Por eso, los cultivos a gran escala son también intensivos en plaguicidas. Comprando fruta y verdura de explotaciones pequeñas y agroecológicas te ahorrarás muchos de esos plaguicidas en tus alimentos.
DE TEMPORADA: Por otro lado, comprando productos en su temporada te aseguras mejor sabor y evitas los plaguicidas necesarios para conservar esos alimentos en refrigeración, además de los necesarios para ayudar a las plantas en su crecimiento cuando las condiciones no son idóneas para ellas. No es casualidad que las muestras de fresas con plaguicidas de la tabla fueran tomadas en meses de invierno.
Y eso sin analizar todos los plaguicidas en uso
Es muy posible que falten plaguicidas en el análisis. Como Ecologistas en Acción denunciaba en su informe de plaguicidas en alimentos de 2021, AESAN no analiza el 62% de los plaguicidas que se usan realmente en el campo.
Un ejemplo relacionado con el cultivo de fresas: previo a su cultivo intensivo, muchas explotaciones emplean una sustancia para «matar» toda la vida del suelo. Esta sustancia está prohibida por ser cancerígena, lo que no le impide ser el cuarto plaguicida más vendido en España. Sin embargo, AESAN no analiza ésta ni otras muchas sustancias en los alimentos a la venta, algo que debería cambiar.
Necesitamos hacer una compra informada, saber de dónde es lo que compramos y de qué forma se ha obtenido. Sólo así podremos cuidar nuestra salud y la naturaleza. Para conseguirlo, el Ministerio de Consumo debe hacer más análisis de alimentos (cada año toma menos muestras) y dirigidos a los tóxicos que se emplean realmente.