En un post anterior, veíamos que nuestras aguas continentales y marinas están cinco veces más contaminadas que las europeas por Nonilfenol (NP), un contaminante hormonal o disruptor endocrino (EDC). Pero, en nuestras aguas no sólo hay contaminantes procedentes de los detergentes, sino también procedentes de pesticidas, jabones, plásticos o cosméticos. Es decir, en nuestras aguas tenemos un auténtico cóctel de tóxicos, con efectos aún desconocidos.
Este cóctel afecta a toda la fauna acuática, desde los peces a los invertebrados. Y de forma directa e indirecta, afecta al ser humano.
Los contaminantes hormonales afectan en especial a los peces, porque la exposición no es únicamente a través de la dieta sino también a través de las branquias y la piel. Los estudios realizados evidencian que los EDC pueden provocar la feminización (los machos producen la proteína vitelogenina para la formación de huevos, como si fueran hembras), como se observó en la cuenca del río Llobregat el año 2000 y más tarde en otros ríos, como el Ebro o el Jarama, entre otros. De hecho, la feminización de los machos provocada por los contaminantes hormonales se ha encontrado en otros grupos de animales como anfibios, reptiles, pájaros y mamíferos. Otros efectos encontrados en peces son la presencia de «intersex» es decir, peces con órganos reproductores masculinos y femeninos simultáneamente, anomalías en la tiroides y la reducción de la fertilidad masculina, entre otros.
Un tercio de las especies de anfibios del mundo se encuentran amenazadas o extintas, según la IUCN. Esta situación se debe tanto a la pérdida de hábitats como a la presencia de contaminantes en ellos. Numerosos estudios atestiguan que los contaminantes hormonales afectan a la reproducción de los anfibios, produciendo feminización, intersex y otros problemas de desarrollo, como un número anormal de extremidades.
En los reptiles, los efectos de los EDC son feminización de los machos y en general, pérdida de capacidad reproductora y malformaciones.
Los contaminantes hormonales también afectan a los invertebrados (moluscos, insectos y crustáceos) reduciendo su fertilidad, con casos de imposex, es decir, hembras con órganos reproductores masculinos. También afectan al desarrollo de huevos y larvas, a la muda y al propio comportamiento de los individuos.
Según la Organización Mundial de la Salud, en su informe sobre disruptores endocrinos del 2012, los contaminantes hormonales actúan de forma muy similar en diferentes especies de vertebrados. Por lo tanto, los efectos que sufre la fauna salvaje o los animales de experimentación pueden ocurrir también en humanos, siendo mayores los efectos si la exposición se produce en las primeras etapas de desarrollo.
Por la supervivencia de nuestros ecosistemas y por nuestra propia salud, es necesario reducir la cantidad de contaminantes hormonales en nuestro entorno.