Ejecutivos de una planta química encarcelados por contaminación con PFAS

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Ejecutivos de una planta química condenados a prisión por contaminar el agua de cientos de miles de personas con PFAS o ‘sustancias químicas eternas’.

La planta química Miteni

Once ejecutivos han sido condenados a prisión por contaminar 200 kilómetros cuadrados de agua potable y suelo en la planta química Miteni de Trissino, al noreste de Italia. La planta química, ahora cerrada, produjo PFAS desde 1968 y fue operada por tres empresas hasta su cierre por quiebra en 2018.

En el juicio, abierto en 2021, se ha demostrado que desde la planta química se filtraron residuos mezclados con productos químicos a un curso de agua, contaminando una amplia zona entre Vicenza, Verona y Padua.

Las penas de prisión van desde los dos años y ocho meses hasta los 17 años, en el caso de dos ejecutivos de la firma italiana Miteni, ahora desaparecida. Además, las personas y empresas implicadas han sido condenadas a pagar más de 6,5 millones de euros en daños a la región del Véneto y 58 millones de euros en daños al Ministerio de Medio Ambiente italiano.

Entre los cientos de demandantes civiles se encontraban grupos de madres que denuncian los severos daños de los PFAS a los bebés y gestantes junto a organizaciones ecologistas y ambientales.

Esta sentencia se suma a otra anterior que dictaminó que la muerte de un trabajador de la planta química Miteni, que falleció de cáncer en 2014, fue causada por la exposición prolongada a PFAS.

Imagen de la planta química de Miteni, ahora clausurada, que ha contaminado el agua de cientos de miles de personas en el norte de Italia

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© Marco BERTORELLO / AFP

PFAS, tóxicos eternos

Las sustancias tóxicas emitidas por la planta química Miteni son PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas) también llamadas por la prensa ‘sustancias químicas eternas’ por su gran persistencia en el medio ambiente y en los cuerpos humanos (de hecho, están en la sangre de todas las personas europeas).

Los PFAS son un grupo de más de 10.000 sustancias químicas sintéticas que repelen el calor, el agua, el aceite y las manchas. Sus enlaces carbono-flúor son ultra resistentes y pueden tardar milenios en descomponerse en el medio ambiente.

Desarrollados en la década de 1940, todavía se utilizan en sartenes antiadherentes, ropa y multitud de objetos a pesar de que se los relaciona con alteraciones hormonales, daños al sistema inmunitario y cánceres.

Los PFAS en España

En España también ha habido industria emisora de PFAS, como indican los puntos rojos del mapa que conocemos gracias a la investigación periodística Forever Lobbying en la que participó Ecologistas en Acción.

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En cuanto a los datos existentes en España sobre contaminación por PFAS, son muy escasos. El RD 3/2023 de calidad del agua establece que se controlen 4 PFAS desde el 1 de enero de 2024, que se sumarán a los datos existentes sobre el cancerígeno PFOS, el miembro más conocido de la familia.

Vista la amplia contaminación por PFAS y su toxicidad, España debe apoyar la restricción universal de los PFAS en el marco del reglamento REACH, para limitar la fabricación y el uso de todos los PFAS.

¿Quien contamina paga?

Por desgracia no, ni siquiera en los casos más recientes. Un ejemplo es la contaminación de la planta química Arkema en Alonsotegi, Bizkaia, por la que DATADISTA empezó a interesarse en el transcurso de la investigación sobre fabricantes de PFAS en Europa (recomendamos la lectura de su investigación, llamada Expediente Arkema).

Según DATADISTA, la planta química de Arkema, tras décadas de contaminar con tóxicos cancerígenos como el cloroformo, en 2020 retiró el suelo contaminado y vendió los terrenos obteniendo beneficio.

Aunque pueda parecer que en este caso ‘quien contaminó, pagó’, un repunte de los niveles de contaminantes en 2024 demostró que hay otro foco de contaminación secundario, que a día de hoy sigue allí liberando tóxicos a las aguas subterráneas.

planta químicaPlanta de Arkema en Alonsotegi, sobre el río Kadagua. Fuente IHOBE y DATADISTA

La planta química de Arkema cerró en 2014, pero la contaminación sigue allí.

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