Miel y cera de abejas amenazadas por los plaguicidas

miel

La elevada contaminación de la miel y la cera de abejas con plaguicidas es un delito contra la salud pública y contra la naturaleza.

A prisión por vender miel contaminada por plaguicidas

Dos apicultores de Ibiza han sido condenados a prisión por un delito contra la salud pública por imprudencia grave, por vender miel y cera con residuos de insecticidas por encima de los límites legales.

Los frascos del producto contenían miel líquida junto a cera del panal. Aunque el juicio determinó que la miel líquida era apta para su consumo, no así la cera, que contenía niveles peligrosos de los siguientes plaguicidas tóxicos:

  • Acrinathrin, un insecticida piretroide que puede causar daños a la reproducción y el desarrollo neurológico humano, además de tener toxicidad alta para las abejas por ingestión y por contacto y toxicidad crónica para peces y otros invertebrados.
  • Chlofenviphos, insecticida que afecta al sistema hormonal humano, es decir, es un disruptor endocrino, que puede también puede tener carácter neurotóxico. Como el anterior, también es tóxico para las abejas.
  • Taufluvalinate, insecticida utilizado para controlar la plaga del ácaro Varroa en colmenas. Es tóxico para peces y otros invertebrados.
  • Coumaphos, insecticida empleado también para controlar el ácaro Varroa en colmenas. Se ha relacionado con problemas neurológicos en las abejas y está clasificada como una sustancia extremadamente peligrosa en los Estados Unidos.

La cera es un sumidero de plaguicidas

Este caso pone de relieve una realidad extendida en la apicultura: la cera de abeja actúa como un sumidero de plaguicidas, que acumula residuos tanto de tratamientos aplicados en la colmena (medicamentos veterinarios) como de plaguicidas presentes en el entorno.

Muchos de estos compuestos permanecen en la cera durante años, y pueden transferirse a la miel con lo que llegan hasta nuestros cuerpos, y también al polen y al propio ecosistema de la colmena.

Un análisis reciente de láminas de cera comercializadas en España en 2022 halló una media de 9 plaguicidas por muestra.

Los acaricidas cumafos, fluvalinato y acrinatrina fueron detectados en más del 90% de los casos. Las concentraciones de plaguicidas detectadas fueron elevadas: por ejemplo, para el cumafos la media detectada fue de unos 1’5 miligramos por kilogramo aunque en algunas muestras se llegó a superar los 3’5 miligramos por kg.

La contaminación de la cera afecta a la miel y a la salud de las abejas.

Causas de la contaminación de la miel

El siguiente video, proporcionado a Ecologistas en Acción por la Plataforma SOS Biodiversidad y SOS Abejas de un apicultor español, muestra cómo los plaguicidas han causado la muerte de 70 de sus colmenas:

Tratamientos de las colmenas

La contaminación se debe, en parte, al uso obligatorio de acaricidas para el control de la Varroavarroosis, una enfermedad endémica de las abejas, con prevalencias superiores al 80% en otoño que exige un tratamiento anual de las colonias.

El RD 608/2006 (artículo 6) determina que los titulares de las explotaciones apícolas están obligados a efectuar al menos un tratamiento anual en el otoño para la lucha y control de la varroosis, con medicamentos veterinarios autorizados y registrados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).

Reciclaje de cera contaminada

Pero las colmenas también sufren la contaminación procedente del reciclaje de cera contaminada de panales viejos, práctica habitual en el sector, que contribuye a la acumulación y persistencia de los tóxicos.

Contaminación del entorno

Por último, las colmenas se enfrentan a los múltiples plaguicidas muchos de ellos tóxicos para las abejas, como el glifosato que contaminan su entorno.

Por si fuera poco, en el horizonte se vislumbra un nuevo problema: la vuelta de plaguicidas mata abejas o neonicotinoides prohibidos en la actualidad. Las dos cámaras del Parlamento francés han acordado un proyecto para derogar esta prohibición en Francia, algo que España podría querer imitar.

El equilibrio que pretende mantener España entre sus más de 36.000 explotaciones apícolas y ser el segundo consumidor de plaguicidas de la UE, es imposible.

La apicultura es parte esencial de nuestros ecosistemas y de la cadena alimentaria. Por esa razón, la solución debe ser colectiva, con un compromiso con prácticas que reduzcan la carga química en los productos apícolas unido a la reducción de plaguicidas agrarios.

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