El uso seguro de plaguicidas peligrosos es una ficción. En realidad, las y los trabajadores agrícolas están mucho más expuestos de lo que se supone.
El “uso seguro” de plaguicidas, similar al que en el pasado reivindicaban los fabricantes de amianto para seguir vendiendo sus fibras mortíferas, es una “ficción” . Son los llamativos términos que utiliza el sociólogo Jean-Noël Jouzel, del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS).
Y explica: “En teoría, todo se pone en el mercado con la idea de que, si se utiliza en las condiciones prescritas en la etiqueta del producto, los pesticidas no provocarán efectos indeseables. Pero en la realidad, las cosas no suceden como aparece en la etiqueta ”.
EPIs, uso seguro y permisos a plaguicidas peligrosos
La aprobación de pesticidas está sujeta a numerosas condiciones en la UE. Las empresas de agroquímicos deben proporcionar datos que demuestren el uso seguro de su producto, es decir, que los trabajadores que los utilizan corren poco o ningún riesgo.
En la jerga legal, la exposición a pesticidas peligrosos no debe exceder el “nivel aceptable de exposición del operador” (AOEL, por sus siglas en inglés), que es la cantidad máxima de sustancia activa a la que el operador puede estar expuesto sin efectos adversos para su salud. Se calcula extrapolando a humanos, usando con modelos matemáticos, la cantidad segura para roedores obtenida en el laboratorio.
Si la exposición que sufre el usuario supera el AOEL, el fabricante puede recomendar en la etiqueta el uso de equipos de protección individual (o EPIs) como guantes, monos, gafas o máscaras. Si teóricamente, el EPI (junto a la coletilla “en condiciones normales de uso”) garantiza que la exposición de los trabajadores agrícolas está debajo del AOEL, el plaguicida podrá ser comercializado.
Muchos plaguicidas peligrosos han recibido su autorización únicamente porque las autoridades admiten que el uso de protección individual (EPI) reduce tanto la exposición que permite el uso seguro del tóxico.
El uso seguro de plaguicidas no es real
Por desgracia, la realidad, investigada por grupos científicos, se obstina en demostrar que el uso seguro de plaguicidas peligrosos no existe.
Un buen ejemplo de investigación sobre la ineficacia de los equipos de protección lo da Petexpo (abreviatura de «exposición a pesticidas»). Al medir la exposición laboral a plaguicidas en condiciones de trabajo reales en campos, invernaderos, huertos de frutales o viñedos, Pestexpo demuestra que los trabajadores están mucho más expuestos de lo que se supone. Incluso, lo que es peor, demuestra que en ocasiones, el uso de monos y guantes puede aumentar la exposición.
Tras años de análisis, Pestexpo constata dos cosas: primero, que los niveles de exposición que sufren las personas usuarias son elevados. Segundo, que los modelos matemáticos y los escenarios utilizados por la industria de plaguicidas y aceptados por las administraciones, subestiman la exposición real.
La vida real está muy lejos de las «condiciones normales de uso» de las etiquetas de los plaguicidas.
En la vida real, los equipos de protección son incómodos mecánica y térmicamente. Por eso, solo entre el 30% y 40% de los trabajadores agrícolas los utilizan durante el tratamiento y la cosecha. Estos datos son de Francia, no disponemos de datos de uso en España. Pero la lógica dice que llevar un mono de trabajo durante seis u ocho horas con temperaturas de más de 35 grados somete al organismo a un esfuerzo tan excesivo que se corre el riesgo de sufrir hipertermia y golpes de calor.
Además, los equipos de protección son caros. Por tanto, su disponibilidad depende totalmente de la concienciación de los propietarios de las explotaciones y de su voluntad de proporcionárselos a sus empleados, en su mayoría trabajadores temporeros, por no hablar de los trabajadores ilegales. Así que solo la mitad de los trabajadores franceses utiliza guantes en la fase de preparación del plaguicida, en la que abrir el bote y pasarlo a un contenedor intermedio «sin recibir gotas es una fantasía”, según una de las investigadoras del proyecto Petexpo.
En España, de nuevo, se carece de datos, pero según testimonios de agricultores y agricultoras de invernaderos españoles recogidos en el documental «La voz del invernadero», no utilizan ningún sistema de protección y deben comprar ellos mismos sus propios guantes.
Otras cosas que ocurren en la realidad detectadas por la investigación: los trabajadores pasan sin protección por debajo de las barras de goteo, la cabina del tractor es abierta por lo que el conductor recibe el plaguicida o desatascan las boquillas del rociador se atascadas soplando en ellas. Y tras la fumigación, se debe limpiar el material del lodo de pesticida, otra oportunidad de exposición.
Pero para las autoridades reguladoras, todos los hechos observados en el estudio Pestexpo son solo incidentes que no se corresponden con las «buenas prácticas agrícolas«. De esta forma, se lavan las manos frente a la intoxicación de los agricultores, e incluso les culpan de usar incorrectamente los EPIs.
Daños a la salud de agricultores
Pestexpo estima que un trabajador puede estar expuesto a más de un centenar de pesticidas a lo largo de su vida profesional, con 15-20 aplicaciones cada año.
La exposición ocupacional a pesticidas se relaciona con, al menos, seis enfermedades graves. En junio de 2021, el Instituto de investigación francés Inserm concluyó que los pesticidas pueden causar la enfermedad de Parkinson, trastornos cognitivos, linfoma no Hodgkin y mieloma múltiple, cáncer de próstata y ciertos trastornos del sistema respiratorio.
Hasta las mutuas de salud tienen claro que la relación entre plaguicidas y salud pueden afectar a sus cuentas de resultados y piden a la Unión Europea que tome medidas de reducción de plaguicidas.