Ecologistas en Acción y la Red de Acción contra los pesticidas destapan el escándalo medioambiental del ácido trifluoroacético, el sucio legado de los PFAS que amenaza nuestras aguas.
Todas las muestras de agua contenían ácido trifluoroacético
Un estudio de aguas superficiales y subterráneas de diez países de la UE revela niveles alarmantes de un desconocido y desregulado tóxico: el ácido trifluoroacético o TFA por sus siglas en inglés.
Todas las muestras tomadas contenían ácido trifluoroacético en concentraciones que oscilaban entre 370 y 3.300 nanogramos por litro (ng/l), lo que desvela una contaminación ignorada por las administraciones. Cualquier molécula de TFA que entre en el ambiente, quedará allí para siempre dada su elevada persistencia.
El TFA es producto de degradación de los per y polifluorados (PFAS) presentes en pesticidas, productos farmacéuticos o refrigerantes de «gases F» emitidos desde los sistemas de refrigeración a la atmósfera. Otra fuente de contaminación de los ríos es el vertido de aguas residuales de la industria de fabricación de PFAS, que utiliza TFA como materia prima para la producción de otros PFAS.
Las concentraciones de TFA detectadas son alarmantemente elevadas, unas 70 veces superiores a la concentración media de todos los demás PFAS examinados, incluidos los conocidos PFAS «calientes», como el PFOA y el PFOS. Así, mientras la media de PFAS fue de 17,5 nanogramos por litro, la media de ácido trifluoroacético fue de 1.180 nanogramos por litro.
Desde el punto de vista legal, en 23 de las 29 muestras de agua (79%), las concentraciones de ácido trifluoroacético superaban el límite propuesto por la Directiva de agua potable para todos los PFAS combinados.
La mayoría de los países de la UE, España entre ellos, no controlan los niveles de ácido trifluoroacético en las aguas superficiales, subterráneas ni potables, ni se dispone públicamente de esos datos.
El ácido trifluoroacético no puede eliminarse del agua mediante filtros (carbón activado) u ozonización, sólo por ósmosis inversa. Esta tecnología conlleva mayores costes y plantea la cuestión no resuelta de la eliminación de los concentrados resultantes.
El ácido trifluoroacético amenaza nuestras aguas
Hay pocas sustancias químicas artificiales más estables que el ácido trifluoroacético. El TFA es extremadamente móvil y muy soluble en agua, lo que lo convierte en en el contaminante «perfecto» de las aguas subterráneas. La función natural de filtro y amortiguación del suelo para eliminar contaminantes no funciona con él, por lo que entra en las aguas subterráneas casi sin obstáculos y permanece en ellas durante siglos. A pesar de este riesgo, todas las aguas de pozo analizadas contenían el tóxico:
Origen del TFA
Según un reciente proyecto de investigación de la Agencia Federal Alemana de Medio Ambiente (UBA), los pesticidas PFAS son la principal fuente de liberación de ácido trifluoroacético en las masas de agua, seguida de los gases fluorados, el tratamiento de aguas residuales y el estiércol líquido. Aunque no se disponía de datos, las emisiones industriales se consideran «relevantes».
Merece la pena subrayar que, por lo general, los agricultores carecen de información sobre si los plaguicidas que usan son sustancias PFAS, ya que esta información no figura en las etiquetas de los productos ni en las fichas de datos de seguridad.
Toxicidad del ácido trifluoroacético
Aunque el TFA es el producto de descomposición (o metabolito) de unos 2.000 compuestos PFAS, apenas se ha investigado su toxicidad para el medio ambiente y los seres humanos ya que la industria productora de PFAS lo presentó como «una pequeña molécula inofensiva que no debe compararse en su peligrosidad con otros PFAS».
No sorprende que la industria de los PFAS se empeñe en presentar el TFA como inofensivo: no sólo es un importante producto de partida para la producción de otros PFAS, sino que también es el producto de degradación terminal de otros 2.000. Esto incluye un gran número de compuestos de importancia comercial, como los gases fluorados refrigerantes y los ingredientes activos de productos farmacéuticos, biocidas y plaguicidas.
Sin embargo, la narrativa de inocuidad la industria fue desbancada, curiosamente, por un estudio de la propia industria en el que el TFA causó graves malformaciones oculares en crías de conejo. Estos efectos son similares a las malformaciones en ratas y humanos vinculadas a la exposición a PFAS de cadena larga (C8). En la actualidad, Alemania ha propuesto a la Agencia de Sustancias Químicas que analice el carácter reprotóxicos del TFA.
PFAS de cadena larga y corta
El grupo de PFAS de cadena larga (C8), primera generación de PFAS, tiene integrantes de toxicidad conocida como el PFOA (ácido perfluorooctanoico), del mismo subgrupo de PFAS al que pertenece el TFA y el PFOS (ácido perfluorooctano sulfónico). El perfil toxicológico del PFOA -a diferencia del del TFA- ha sido muy bien estudiado. Como sus riesgos para la salud y el medio ambiente son múltiples e indiscutibles, está restringido en toda la UE desde 2020. El PFOS fue restringido en 2010.
Por desgracia, los PFAS de primera generación han sido sustituidos desastrosamente por otros de cadena más corta (C6 y C4). Ahora, se repite la historia con los PFAS de cadena ultracorta (C1-C3), entre los que el más destacado es el TFA.
El TFA es el «primo pequeño» del prohibido PFOA (C8).
Los daños para la salud causados por los PFAS, como demuestran experimentos con animales y, directamente en seres humanos, incluyen alteraciones hormonales, malformaciones en fetos, cáncer testicular y renal, enfermedades cardiovasculares, alteraciones del metabolismo de las grasas, obesidad y alteraciones del sistema inmunitario.
Regulación
En los últimos años, las autoridades europeas y estadounidenses han revisado repetidamente sus evaluaciones de la toxicidad de algunos PFAS relativamente bien estudiados y han reducido sus límites de seguridad al rango de un solo dígito de nanogramos.
En la unión Europea, la Autoridad Alimentaria (EFSA) considera tolerable para la salud un máximo de 0,7 nanogramos por kilogramo de peso corporal al día, umbral que, lamentablemente, superan porciones significativas de la población europea.
EE.UU. en abril de 2024, redujo drásticamente los límites legales en agua potable para algunos PFAS. En concreto, fijó los límites en 4 ng/l para el PFOA y 4 ng/l para el PFOS y en 10 ng/l para el PFNA (ácido perfluorononanoico), el PFHxS (ácido perfluorohexano sulfónico), lo que corresponde a menos de una gota en una piscina de 5.000 metros cúbicos.
Incluso esta cantidad extremadamente pequeña no está exenta de riesgos, ya que no existe ningún nivel de exposición a estos contaminantes sin riesgo de efectos sobre la salud, incluidos ciertos tipos de cáncer. Por lo tanto, sería deseable desde el punto de vista de la salud un objetivo basado en cero, tal y como declaró la autoridad estadounidense en su comunicado de prensa.
Desde febrero de 2023, la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos (ECHA) tiene una propuesta de prohibición colectiva de la fabricación, uso e importación de PFAS. La propuesta se aplica a todas las sustancias químicas que entran en la definición de PFAS de la OCDE. Esto significa que tienen al menos un átomo de C totalmente fluorado (sin ningún H/Cl/Br/I unido), lo que incluye a más de 10.000 PFAS.
Sin embargo, hay excepciones a la prohibición para aplicaciones para las que todavía no existe una alternativa funcional sin PFAS. Además, las sustancias activas de plaguicidas y biocidas y los productos farmacéuticos están exentos de la prohibición del grupo de PFAS porque están regulados en normativas diferentes.
Doble fracaso de las autoridades y la política
1. No deberían permitirse plaguicidas PFAS. Por un lado, la normativa de plaguicidas solo permite sustancias activas y «metabolitos» o productos de degradación, si no superan una determinada concentración en las aguas subterráneas. Para los plaguicidas PFAS y su metabolito TFA, la cantidad legal permitida (100 nanogramos por litro) se supera con creces en todas las muestras de agua.
La razón por la que los plaguicidas PFAS siguen estando autorizados se remonta a una decisión de la EFSA de hace más de 20 años. En 2003, la agencia clasificó el TFA como «metabolito no relevante», eximiéndolo de todas las obligaciones y límites de control. Esta decisión garantizó la comercialización de los plaguicidas PFAS y sentó las bases de la actual contaminación de todas las aguas europeas.
2. La Directiva Marco del Agua de la UE no ha sido capaz de evitar la contaminación. La Directiva de Agua prohíbe la contaminación química de las aguas con compuestos orgánicos halogenados, entre los que se incluye el TFA (y todos los demás PFAS). En esos casos, exige a los Estados que adopten las medidas para evitar aumentos significativos de las concentraciones. Esas «medidas necesarias» deberían haber incluido la prohibición de los pesticidas PFAS y de otro grupo de PFAS, los llamados gases F o fluorados, pero no ha sido así.
Por otro lado, el valor límite de la Directiva sobre agua potable de la UE de 100 ng/l se refiere únicamente a 20 PFAS seleccionados, entre los que no se incluye el TFA.
Posibles soluciones
El alcance de la contaminación por TFA detectada requiere una acción rápida y decisiva, que incluya:
(i) una prohibición rápida de los plaguicidas PFAS,
(ii) la aplicación de la restricción general de PFAS en virtud del reglamento REACH sobre productos químicos,
(iii) la clasificación del TFA como «sustancia prioritaria» en virtud de la Directiva Marco del Agua, y
(iv) obligaciones de control y límites para el TFA.