La Comisión ha publicado una propuesta para un nuevo reglamento que prohíba el bisfenol A (y algunos otros bisfenoles) en los materiales en contacto con alimentos.
Es un avance que llega con un enorme retraso, tras años en los que todas hemos estado comiendo y bebiendo hormonas sintéticas (el bisfenol o BPA no es otra cosa más que eso).
Pero la prohibición se acerca, y eso es importante. La propuesta impondrá una prohibición del uso del BPA en materiales en contacto con alimentos, incluidos los envases de plástico y los envases revestidos (latas de conserva, por ejemplo).
También es crucial que apoyemos esta nueva reducción, algo que podemos hacer con comentarios a las consulta pública, abierta hasta el 8 de marzo.
Un rosario de reducciones de los límites de BPA
La última reevaluación de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), de 2023, estableció una ingesta al diaria tolerable (TDI) de bisfenol A de 0,2 nanogramos/Kg de peso corporal y día. Esto supone una reducción de 20.000 veces sobre el anterior límite temporal, la TDI temporal, de 4 microgramos/Kg pc y día.
Un estudio que detectó niveles altos de células inmunitarias Th17, críticas para el sistema inmunológico y el desarrollo de la inflamación pulmonar alérgica, en la descendencia de ratonas expuestas a dosis bajas de BPA antes, durante y después del nacimiento, ha sido clave para el nuevo límite de seguridad.
Por fin, tras décadas de enfrentamiento con científicos y organizaciones preocupadas por los efectos en la salud de este disruptor endocrino, la EFSA nos da la razón y acaba afirmando, sin sonrojo, que «la exposición alimentaria al BPA es un problema de salud para los consumidores de todos los grupos de edad al identificar efectos potencialmente nocivos para la salud en el sistema inmunitario y superarse en 2 o 3 órdenes de magnitud la nueva ingesta diaria tolerable establecida«. (Léase poniendo al final un redoble de tambores)
Resulta que teníamos razón y hemos estado décadas tragando de 2 o 3 veces la cantidad admisible de un tóxico relacionado, entre otros, con el cáncer de mama.
Esta restricción se reduce a los materiales en contacto con alimentos, es decir, la parte del envase alimentario que toca la comida. Pero no dice nada de otros usos del BPA. ¿Cuáles son esos usos?
Usos del BPA que seguirán permitiéndose
El BPA se utiliza desde hace décadas para la fabricación de policarbonato y resinas epoxi‐fenólicas. Es decir, el ladrillo elemental con el que se fabrica el plástico policarbonato (código 7).
Así que el BPA sigue presente en bolígrafos, tinta de impresoras y fotocopiadoras, teléfonos móviles, CDS…
Aunque la ingesta a partir de estos objetos es menor, no debemos olvidar que el BPA es un disruptor endocrino, es decir, un contaminante que altera el funcionamiento del sistema hormonal y se relaciona con algunos tipos de cáncer, especialmente, los hormonodependientes.
Así que no muerdas tu boli, no aspires el aire que sale de la impresora… y deja de lado el plástico, siempre que sea posible.
El bisfenol A es solo uno de los bisfenoles problemáticos
Ojo. El uso de la etiqueta «libre de BPA» se ha convertido en una práctica comercial. Los fabricantes han detectado la preocupación de las y los consumidores, algunos auténticos expertos en este tóxico, y anuncian sus productos como libre de BPA.
Pero lo que han hecho, en demasiadas ocasiones, es sustituir el BPA por otros bisfenoles (BPS, BPZ, menos conocidos pero, según las investigaciones, igual de tóxicos. evitan los productos con BPA (bisfenol A).
Así lo alertó, hace años, la organización Chemtrust en su informe «Sopa tóxica: del BPA al BPZ»
La propuesta actual parece que quiere evitar esta «sustitución lamentable» ya que «abordará el uso de otros bisfenoles en materiales en contacto con alimentos para evitar que el BPA sea sustituido por otras sustancias nocivas». Ojalá.