El dióxido de titanio (E171) es un aditivo alimenticio ampliamente utilizado en mayonesas, chucherías, repostería o helados, que lleva años en entredicho. Un estudio reciente ha demostrado que esta sustancia -que está prohibida en Francia- pasa de la placenta al feto e incluso al recién nacido. Ante estas evidencias, insistimos en el principio de precaución: por una cuestión de salud, evita alimentos y cosméticos con E171, sobre todo durante el embarazo.
No son pocos los alimentos que encontramos a diario en supermercados, tiendas y despensas que contienen una larga lista de aditivos alimenticios, los conocidos ‘Es’ (E621, E330, E120…). Muchas de estas sustancias, además, tienen un impacto dudoso o perjudicial para la salud humana.
Este es el caso del E171 o dióxido de titanio (TiO2), un blanqueante que se utiliza en postres, mayonesas, dulces o salsas, y que también se encuentra en cosméticos, pinturas o materiales de construcción. Esta sustancia, cuya seguridad está puesta en tela de juicio desde hace años, puede transmitirse de la placenta al feto, e incluso al bebé recién nacido, lo que podría tener consecuencias en su desarrollo. Esta es la conclusión a la que ha llegado el estudio de un equipo científico del Instituto Nacional de la Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente (INRAE) de Francia.
¿Es el dióxido de titanio una sustancia segura?
A día de hoy no podemos asegurar que el E171 sea inocuo. Existen dudas razonables para pensar que se trata de una sustancia inflamatoria, cancerígena y disruptora endocrina. Tanto es así, que este aditivo alimenticio tan comúnmente usado como colorante blanco y opacificante, ha sido prohibido en Francia desde el 1 de enero de 2020 según el principio de precaución.
Este principio de precaución se ha aplicado a partir de un estudio que el propio INRAE realizó en 2017. En dicho estudio se comprobó que, en ratones, el E171 podía pasar a la sangre en forma de nanopartículas desde el intestino y acumularse en órganos como el hígado o el bazo. Bajo una exposición crónica, los ratones habían desarrollado un riesgo de inicio de estadios precoces de cáncer colorrectal, así como alteraciones en la respuesta inmunitaria.
A este estudio se sumaron otros posteriores que también alertaron del carácter inflamatorio y cancerígeno del dióxido de titanio en ratones. No obstante, todavía quedaría por demostrar si estos efectos en ratones tienen su equivalente en seres humanos.
Esta y otras razones han llevado a organizaciones como la EFSA a declarar que no existen evidencias suficientes sobre la peligrosidad del E171. Un criterio que choca con el de las autoridades francesas que precisamente señalan que lo que no se ha demostrado es su inocuidad y que por tanto, hay que mantener el principio de precaución hasta demostrar que es seguro.
¿Cómo se transmite el E171 de la placenta al bebé?
El dióxido de titanio consumido con los alimentos durante el embarazo se transmite en forma de nanopartículas a la placenta. De ahí, según el estudio de INRAE, traspasa esta barrera de la placenta y alcance al feto. Esto es algo que ya se había demostrado en animales y que se ha corroborado en esta nueva investigación, con el estudio de 22 placentas de mujeres voluntarias.
Asimismo, el equipo científico ha estudiado la exposición de esta sustancia en el bebé recién nacido, mediante el análisis del meconio (las primeras heces del recién nacido), donde también se encontraron nanopartículas de TiO2.
¿Qué consecuencias tienen estos descubrimientos?
El equipo científico y los organismos involucrados apuntan que, una vez demostrado cómo existe presencia dióxido de titanio en placenta, feto y meconio de bebés, el reto ahora consiste en saber de qué manera esto afecta a la salud en personas gestantes y al desarrollo de las criaturas.
Y mientras tanto….
Por todo lo que sabemos hasta ahora, parece claro que el E171 no es seguro (o al menos no ha podido demostrarse) y que existen estudios que apuntan a que puede suponer un riesgo grave a la salud. Además, sabemos que es una sustancia que, al menos al ingerirse con los alimentos, pasa a la sangre, también a la placenta, al feto y a recién nacidos, y tiene consecuencias todavía desconocidas.
Por todo ello, y mientras se demuestre lo contrario, los organismos públicos e instituciones pertinentes deberían proteger nuestra salud y prohibir el dióxido de titanio en alimentos y otros productos.
Además, también a título individual deberíamos recurrir al principio de precaución para cuidar nuestra salud. Es decir, debemos evitar el E171 tanto de los alimentos que comemos, como de los productos (cosméticos, de higiene o construcción) que utilizamos.