El glifosato es uno de los herbicidas más utilizados en la UE. A pesar de que diversos estudios realizados por universidades, comités científicos y agencias regulatorias apuntan a que esta sustancia es cancerígena (y disruptora hormonal), su uso sigue siendo masivo. En este artículo te contamos qué es el glifosato, qué peligros conlleva, por qué sigue comercializándose y cuáles son los indicadores que nos hacen pensar en un posible fraude de la industria de este sector.
El glifosato es una sustancia cancerígena
El glifosato produce cáncer en animales de laboratorio. A esta contundente conclusión ha llegado un reciente estudio que relaciona el glifosato con la causa de hemangiosarcomas, cáncer de riñón, linfomas malignos y otro tipo de lesiones carcinogénicas en ratones.
De desatascador a herbicida
El glifosato fue sintetizado en 1950 como un compuesto farmacéutico pero, al no encontrarse aplicaciones en este sector, fue comercializado como desatascador. En 1970 el glifosato fue reformulado, testado y patentado por la empresa Monsanto para su utilización como herbicida.
La patente de Monsato expiró en 1991 y en la actualidad este pesticida es producido a nivel mundial por un elevado número de fabricantes. En 1996 aparecieron los vegetales modificados genéticamente, creados para tolerar el uso de este pesticida. Desde entonces las ventas del glifosato no han dejado de subir y se ha convertido en el herbicida más vendido en el mundo.
Glifosato y cáncer
En 2015, un informe de la Agencia de Investigación del Cáncer (IARC) concluyó que existían suficientes datos en estudios para establecer un relación entre la exposición al glifosato y el cáncer en animales.
Este estudio provocó una oleada de informes de las principales agencias regulatorias, como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA).
Las revisiones sobre la toxicidad del glifosato de estos organismos reguladores contradijeron el dictamen de la IARC y concluyeron que los datos no apoyaban que el glifosato produjese cáncer. De esta manera, los dictámenes de la EFSA y la ECHA posibilitaron la renovación del glifosato en la UE por un período de cinco años que concluirá en 2022.
Las diferentes conclusiones de la IARC y de la EFSA, la ECHA y otros organismos reguladores han alentado la polémica.
Christopher J. Portier, el autor del reciente estudio sobre la carcinogenicidad del glifosato afirma que:
«Los análisis realizados apoyan claramente la conclusión de la IARC de que hay pruebas suficientes para decir que el glifosato causa cáncer. Por el contrario, las autoridades reguladoras que revisan estos datos parecen haberse basado en los análisis realizados por el solicitante del registro. No así, en sus propios análisis de los datos. Si las autoridades reguladoras hubiesen realizado un análisis completo de todas las pruebas disponibles sería difícil que no clasificasen al glifosato como carcinogénico«.
¿Glifosato y fraude?
Todo el proceso de autorización y renovación del glifosato ha estado bajo la sospecha de fraude. Para empezar, el informe del organismo evaluador alemán (BfR) admitió su falta de objetividad ya que, en su evaluación, confió plenamente en los análisis realizados por la industria.
También los denominados Monsato papers, más de 250 páginas de correspondencia interna de Monsanto, apuntan en esta dirección. Este documento, desclasificado por la Justicia Federal de EE UU, demuestra que en 1999 la empresa ya tenía conocimiento del potencial mutagénico del glifosato.
Las sospechas sobre el glifosato no dejan de crecer. Sin ir más lejos, el 11 de febrero de 2020 se publicó el documento ‘Peligrosa confianza en las buenas prácticas de laboratorio‘, elaborado por las organizaciones Corporate Europe Observatory, PAN Alemania y Global 2000. Este informe desvela las debilidades del sistema de autorización de sustancias químicas y pone bajo el foco de sospecha a la renovación del glifosato.
¿Son dignos de confianza los ensayos realizados por la industria?
La UE considera dignos de plena confianza a los ensayos realizados por la industria bajo el paraguas de las buenas prácticas de laboratorio (BPL).
Las BLP son una norma obligatoria para las empresas en los estudios de reglamentación que obliga a los laboratorios a realizar anotaciones en un formato específico. Este sistema permite un mayor nivel de normalización en la presentación de informes y un control más fácil por parte de las autoridades reguladoras.
Sin embargo, no es un indicativo de la calidad de los estudios. Tampoco es un estándar que utilicen todos los equipos investigadores. La mayor parte de la investigación financiada con dinero público se realiza por las universidades y personal científico independiente. Posteriormente es revisado (peer review) por otros científicos antes de su publicación para evaluar su calidad.
Confianza ciega: gana la industria
La diferencia sustancial entre los dos tipos de estudios es que los BLP, que habitualmente no son publicados, gozan de la confianza de las autoridades. Mientras que las investigaciones públicas son clasificadas como ‘no confiables’ o ‘confiables con requisitos’.
Para las autoridades regulatorias los estudios BPL son considerados como el estándar más digno de confianza, bajo la creencia de que con las BPL el fraude es imposible.
No obstante, existen ejemplos que nos demuestran lo contrario. Recientemente se ha descubierto que el Laboratorio de Farmacología y Toxicología (LPT) de Hamburgo, había cometido un fraude en una serie de pruebas reglamentarias. Y al menos uno de cada siete estudios regulatorios BPL de glifosato provienen del LPT Hamburgo.
Este laboratorio fue sorprendido manipulando los estudios de toxicidad de GLP, al reemplazar animales muertos por vivos. También al cambiar los datos de los tumores y calificarlos como ‘inflamaciones’.
Glifosato y BLP
Si bien no existen pruebas de que el fraude del laboratorio alemán alcance a los ensayos que realizó al glifosato, la sospechas no hacen sino aumentar.
En función de todas estas sospechas, PAN Europa ha pedido a la Comisión Europea que descarte los estudios realizados por el laboratorio de LPT del expediente del glifosato que se está reevaluando actualmente a nivel de la UE.
Por todo ello, urge solicitar que la Comisión modifique la forma de evaluar las sustancias químicas y no otorgue por defecto la confianza a los estudios BPL de la industria.