Cada vez más medios recogen la preocupación científica y social por los efectos de los disruptores endocrinos, al tiempo que Europa continúa retrasando su regulación.
Artículo de la periodista Silvia Laboreo @Sil_379 para Playground.
Venenosos e invisibles: así son los químicos que enloquecen a nuestras hormonas
¿Aún no has oído hablar de los disruptores endocrinos? Prepárate
Cientos de compuestos químicos microscópicos viven camuflados en lo más profundo de nuestro organismo. Los llaman ‘el enemigo invisible’, aunque su nombre real es ‘disruptores endocrinos’. Imperceptibles y silenciosos, tienen una capacidad enorme para alterar nuestras hormonas.Y hasta las de nuestros hijos y nietos.
Este mayo, su nombre resuena mucho en los pasillos de la Comisión Europea en Bruselas. Allí se espera que tras varios años de retraso hoy se voten los criterios que definen qué es un disruptor endocrino. Porque pese a que la OMS los catalogó en 2012 como sustancias peligrosas, estos químicos no están delimitados, siguen utilizándose ampliamente por las grandes empresas y afectan a tu vida mucho más de lo que piensas.
Cientos de sustancias comportándose como hormonas
“Un montón de sustancias con nombres raros y dificilísimos”. Entre risas, así define los disruptores endocrinos Kistiñe García, miembro de Ecologistas en Acción y responsable de la campaña Libres de Contaminantes Hormonales.
Los disruptores endocrinos son un grupo de sustancias químicas con capacidad de alterar el sistema hormonal de los seres vivos. Además cuentan con un poder especial: no se puede huir de ellos.
Por ejemplo, las peras del supermercado están repletas de pesticidas; los envases y latas se componen de bisfenol-A; los ftalatos se encuentran enmascarados en los juguetes y en el material hospitalario; el triclosan se utiliza de forma masiva en pasta de dientes, cremas y desodorantes; los parabenos de los perfumes o los glifosatos en los herbicidas con los que fumigan los parques y jardines.
Marieta Fernández, médica, profesora de la Universidad de Granada y una de las integrantes del grupo de investigación sobre disruptores endocrinos, conoce muy bien este asunto. “ He llegado a encontrar hasta 37 compuestos químicos diferentes en el tejido mamario de mujeres sanas”, cuenta a PlayGround la doctora Fernández.
Si estos químicos omnipresentes en nuestra vida cotidiana se encuentran por todas partes, ¿qué consecuencias directas tiene para nuestra salud?
Según explica la doctora Pilar Muñoz Calero, experta en Medicina Ambiental y presidenta de la Fundación Alborada, centro pionero en el mundo en el tratamiento de enfermedades ambientales, cada vez hay más estudios científicos que relacionan directamente la exposición a estos químicos del ambiente con enfermedades muy variadas.
Dentro de este infame listado se encuentra el cáncer, los trastornos neurológicos o del espectro autista, enfermedades crónicas como el Alzheimer o el Parkinson y otras patologías como la infertilidad, la diabetes, la obesidad y el asma.
“También analizo grasa de personas obesas buscando contaminantes hormonales. Y casualmente los que se encuentran más enfermos son aquellos que tienen más exposición a disruptores”, cuenta Marieta Fernández. Y añade: “Estamos viendo cosas que hace 25 años no veíamos”.
«En mis estudios extraigo gotas de leche materna, trocitos de grasa, un poco de orina… y he llegado a encontrar hasta 37 compuestos químicos diferentes en el tejido mamario de mujeres sanas”
No es como enfermarse de una gripe o pillar un virus, los efectos y enfermedades que producen los disruptores endocrinos no son instantáneos, sino que aparecen con el tiempo. “Tienen la capacidad de causar daños en la expresión de nuestro ADN que pueden prolongarse hasta 3 generaciones”, cuenta Kistiñe García. Eso es lo que les ocurrió a las Hijas del DES, un grupo de mujeres que desarrollaron cáncer de vagina y otros problemas hormonales en la treintena porque a sus madres les recetaron Dietilestilbestrol (DES) durante el primer mes de embarazo. Y aunque este medicamento se prohibió a finales de los 70, sus efectos siguen grabados en el ADN de estas mujeres.
Efecto cóctel y una gasto sanitario brutal
A diferencia de la mayoría de los tóxicos, menor cantidad de disruptores no significa menor toxicidad. Al comportarse como las hormonas «pueden causar daños en cantidades muy inferiores a los límites máximos de residuos», explica Kistiñe García.
«Los límites máximos de residuos se calculan teniendo en cuenta una sola sustancia tóxica y no se tiene en cuenta el efecto cóctel o efecto combinado», completa la ecologista.
Si sumas en tu cuerpo los pesticidas de las manzanas, las partículas de triclosan que «comes» con tu pasta de dientes o el glifosato que entra en tu organismo cuando paseas por el parque… Voilá, puedes enfermar gracias a una combinación explosiva de disruptores.
¿Y todo esto en qué se traduce? En un gasto médico brutal. Según un estudio publicado en la revista Andrology, el coste del impacto de los disruptores endocrinos en la salud de la Unión Europea supone un gasto de 163.000 millones de euros, lo que supone el 1,28% del PIB de la UE.
Un puñado de dólares que impide su regulación
Pero si estos disruptores endocrinos están acabando con nuestra salud y además provocan un agujero en las arcas públicas… ¿Por qué tantos impedimentos en su regulación? ¿Por qué sigue permitiéndose su uso?
“Los límites legales actuales no protegen la salud de las personas. Hay un elevado número de sustancias químicas cuya seguridad no ha sido comprobada y que, sin embargo, están en los mercados de forma legal”, denuncia la doctora Calero.
Para entender esta incongruencia hace falta bucear en la guerra de lobbys que se libra desde hace años en Bruselas. Un conflicto de baja intensidad en el que grupos de presión potentes fabrican dudas, escriben emails e invitan a fiestas, reuniones y cenas a los políticos.
La periodista independiente francesa Stéphane Horel escribió en 2013 el informe Un Asunto Tóxico en el que hacía pública la batalla que lobbies químicos y de plaguicidas iniciaron contra la adopción de medidas contra los disruptores endocrinos en Europa. Y cómo estos grupos de presión encontraron aliados en varios estados europeos, la Comisión y el Parlamento.
A nivel europeo todavía no hay una legislación clara acerca de los disruptores endocrinos. Recientemente la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), la Endocrine Society y las Sociedades Españolas de Diabetes y para el Estudio de la Obesidad, denunció en una carta que los criterios de la CE «no abarcan muchos de los compuestos clasificados como disruptores endocrinos y establecen exenciones a sustancias químicas diseñadas específicamente para alterar el sistema endocrino».
En España hay en marcha dos proyectos que abordan el tema de los disruptores endocrinos aportando soluciones. Libres de contaminantes hormonales, una iniciativa de Ecologistas en Acción dedicada a informar acerca de esta problemática y Que no te alteren las hormonas, un proyecto de la Fundación Alborada. Además, acaban de crear la Cátedra Patología y Medio Ambiente en la Universidad Complutense de Madrid con el fin de avanzar en la investigación de los disruptores endocrinos.
A nivel individual nosotros también podemos mejorar nuestra salud. “Por ejemplo—explica la doctora Calero—, eliminar ciertos productos de limpieza e higiene, optar por alimentos ecológicos libres de plaguicidas y de aditivos, y por la cosmética ecológica y natural. Cuando una persona evita los tóxicos comienza a apreciar mejoras en su salud en pocas semanas».
“Pedimos que antes de poner un producto en el mercado se asegure que 40 años después no se descubra que eso que tienen las mujeres en la leche materna puede causar problemas en sus hijos”, puntualiza Marieta Fernández.
Y hoy los miembros de la Comisión tienen una buena oportunidad para hacer que así sea.