Artículo de Nicholas Kristof publicado el 11 de marzo de 2017 en el New York Times.
Empecemos con el sexo.
Cuando finaliza el acto sexual, millones de espermatozoides comienzan su trabajo: correr hacia un óvulo para fertilizarlo. Pero actualmente, según los científicos, una proporción creciente de espermatozoides – hoy en día en torno al 90 por ciento en un hombre joven típico- sufren malformaciones, a veces con dos cabezas o dos colas.
Incluso cuando están bien formados, los espermatozoides de hoy en día suelen ser nadadores patéticos, girando como borrachos o remando a lo loco en círculos. Los recuentos de esperma también parecen haber disminuido drásticamente en los últimos 75 años, afectando a la capacidad de reproducción de nuestra especie.
«Ha habido una disminución no sólo en el número de espermatozoides, sino también en su calidad y capacidad para nadar y en su habilidad para llegar al óvulo«, según Shanna Swan, epidemióloga de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, quien señala que las investigaciones también han vinculado los problemas en el semen con una esperanza de vida más corta.
Quizás te están sorprendiendo comentarios sobre malos nadadores cuando esperabas otro artículo sobre los errores políticos en Washington. Pero es que no se trata sólo de una curiosidad desconcertante, sino de una preocupación urgente que afecta a la reproducción y posiblemente, incluso al futuro de nuestra especie.
Andrea Gore, profesora de farmacología de la Universidad de Texas, Austin, y redactora de la revista Endocrinology, lo expresa así: «Tanto la calidad del semen como la fertilidad de los hombres han disminuido. No todo el mundo que quiera reproducirse será capaz de hacerlo. Y los costes de estos trastornos masculinos en la calidad de vida y su carga económica para la sociedad son inestimables«.
Los estudios en humanos y animales señalan como principales culpables a una clase de productos químicos habituales llamados disruptores endocrinos, que se encuentran en plásticos, cosméticos, sofás, pesticidas y un gran número de productos. Debido a sus daños ambientales, The New Yorker se ha referido elegantemente a este problema como «El esperma silencioso» e innumerables estudios, durante más de 25 años, se suman a la preocupación de que los espermatozoides del mundo tienen problemas.
Y también los tienen los niños y hombres adultos ya que la disminución en la calidad del semen se relaciona con el aumento del cáncer testicular en muchos países, con criptorquidia (testículos que no descienden) y con una malformación congénita del pene llamada hipospadias (en la que la uretra sale de un lado o de la base del pene en lugar de la punta). Estos problemas a menudo se producen conjuntamente y se denominan síndrome de disgenesia testicular.
Todavía no hay acuerdo sobre la escala del problema. Pero algunos científicos comienzan a preguntarse, ¿Nos encontramos ante una crisis en la reproducción humana? ¿Podemos estar haciéndonos a nosotros mismos lo que ya les hicimos a las águilas calvas en los años 1950 y 1960?
«Estamos en un momento decisivo«, según Niels Erik Skakkebaek, investigador danés de la fertilidad y pionero en este campo. «La cuestión es si podremos perpetuar nuestra especie«.
Un estudio reciente descubrió que del 56% de los donantes de semen de la provincia de Hunan, China, clasificados como aptos en 2001 porque sus espermatozoides cumplían con las normas de salubridad , el porcentaje se redujo al 18% en 2015.
«La calidad del semen entre los jóvenes chinos ha disminuido durante los últimos 15 años«, concluyó el estudio, que involucró a más de 30.000 hombres.
Quizás aún más alarmante es el experimento que llevaron a cabo científicos canadienses durante siete años en un lago de Ontario, en el que añadieron disruptores endocrinos para observar el impacto en los peces. Los productos químicos tuvieron un impacto devastador en los machos, convirtiéndolos a menudo en peces intersexuales, con características de ambos sexos, pero incapaces de reproducirse.
La crisis de la salud reproductiva masculina parece comenzar en el útero materno. En las primeras etapas, apenas hay diferencia entre los fetos masculinos y femeninos pero en un punto determinado las hormonas generan la diferenciación. Los disruptores endocrinos, al imitar a las hormonas, interfiriendo el proceso biológico de convertirse en hombre.
¿Cómo podemos protegernos? Swan aconseja evitar los plásticos tanto como sea posible, incluyendo alimentos o bebidas que han tocado o se han calentado en plástico. Recomienda comer alimentos ecológicos para evitar los residuos de pesticidas y evitar el Tylenol y otros analgésicos durante el embarazo. También recomienda evitar los recibos de impresoras térmicas, como los de las gasolineras. En caso de duda, recomienda consultar las guías en ewg.org/consumer-guides.
Sin embargo, no se trata sólo de una cuestión de acción individual, es también una cuestión de política pública que afecta a decenas de millones de personas, a su capacidad de reproducción y a su salud y esperanza de vida.
Es necesaria una regulación más agresiva de los disruptores endocrinos. América ha sido mucho más lenta que Europa a la hora de regular los tóxicos y para la mayoría de los productos químicos vendidos en los Estados Unidos nunca se han hecho pruebas de seguridad.
La pregunta más importante es por qué permitimos que la industria química se escape de una regulación efectiva de los disruptores endocrinos gastando $ 100,000 por miembro del Congreso en lobbying. Este engaño de la industria es una repetición de la batalla de Big Tobacco, contra la regulación del hábito de fumar.
Si sigues teniendo dudas, mira la imagen del infeliz esperma nadando en círculos y recuerda esto: nuestro futuro como humanos será tan saludable como nuestro esperma.