El Congreso ha acordado prohibir las bolsas de un solo uso (o bolsas no biodegradables) a partir del 1 de enero de 2017. También acuerda que al menos el 50% de los platos, vasos, tazas y cubiertos de plástico se fabriquen con sustancias biodegradables desde el 1 de enero del 2018. (fuente: EFE Verde)
Prohibir las bolsas de plástico no es suficiente. La reducción de los productos de plástico debe ir más allá, hasta el punto de que este material y los tóxicos que libera desaparezcan de nuestro entorno.
¿Por qué?
Porque además de contaminar gravemente los ecosistemas planetarios, el plástico no es un material inerte: libera en el medio tóxicos como los contaminantes hormonales que se introducen en la cadena alimentaria afectando gravemente a la fauna.
Los microplásticos aumentan la cantidad de contaminantes hormonales que se acumulan en la cadena alimentaria marina, como muestra este estudio de la Universidad de Melbourne: los contaminantes hormonales, en este caso los PBDEs (retardantes de llama) se adhieren a los microplásticos, que son ingeridos por la fauna marina en donde quedan por biotransferencia y van acumulándose a lo largo de la cadena alimentaria.
Finalmente, estos tóxicos llegan hasta el ser humano. En el ser humano la exposición a contaminantes hormonales se relacionan con enfermedades derivadas de la alteración del sistema hormonal.
La exposición humana a los disruptores endocrinos de los plásticos también se produce por transferencia desde los envases alimentarios de plástico, que liberan estos tóxicos a los alimentos.