La moda ha pasado de producir 4 temporadas al año al increíble número de 52, según el documental de Andrew Morgan “The true cost”. Es la denominada Fast Fashion, que favorecida por la globalización, hace que veamos la ropa como algo de usar y tirar, y que en dos décadas hayamos aumentado en un 400% el consumo de ropa a nivel mundial.
La “fast fashion” es barata. Y lo es porque el precio que pagamos no incluye los costes que sufren la salud y el medio ambiente de las personas que la producen, ni los daños a la salud y el entorno de los que la vestimos en Occidente.
La moda es la segunda industria más contaminante del mundo
Se estima que son necesarios 4 kg de sustancias químicas para producir 1 kg de camisetas. Muchas de esas sustancias químicas son contaminantes hormonales (EDCs), que afectan al funcionamiento de nuestro sistema hormonal. Aunque los impactos más severos los sufren los trabajadores de la industria textil, los consumidores también nos exponemos a estos tóxicos por contacto con la piel, una vía de entrada de sustancias químicas en nuestro cuerpo.
La organización WECF (Women in Europe for a Common Future) ha encontrado la presencia de los siguientes tóxicos en la ropa, resumiendo los resultados de un total de 18 estudios. (Ver informe, en inglés)
- Nonilfenol etoxilatos (NPEs) y su derivado Nonilfenol (NP): Los posibles daños al sistema endocrino de estos tóxicos por absorción cutánea, en particular del NP, junto a su presencia en más de dos tercios de la ropa testada, han generado mucha preocupación a nivel europeo, hasta el punto de que en 2015 se acordó una restricción a la cantidad de estos tóxicos en ropa importada, como vimos en un post anterior. La concentración de NP en los ríos y mares españoles es seis veces superior a la media europea.
- Compuestos per y polifluorados (CPFs) PFOA y PFOS: Estos alteradores hormonales se utilizan en el acabado de la ropa, para hacerla resistente al agua. Son tan persistentes que se han encontrado incluso en los tejidos de osos polares, como vimos en este post.
- Retardantes de llama: Contaminantes hormonales bromados y clorados que se utilizan como ignífugos para la ropa.
- Químicos antibacterianos: Como el Triclosan, sospechoso de causar daños en el sistema endocrino y aumentar la resistencia de las bacterias.
- Ftalatos: Presentes en el PVC de los dibujos plastificados de plastisol y como materia prima de muchos zapatos y complementos. Además, los ftalatos son unos de los disruptores endocrinos más extendidos por todo el mundo gracias a su presencia en multitud de productos de plástico y cosmética. Algunos, como el dietil hexil ftalato (DEHP), han sido de uso muy habitual en Europa hasta su prohibición al demostrarse su toxicidad para la reproducción en mamíferos. Aunque la regulación europea de juguetes y productos que los niños puedan llevarse a la boca limita la presencia los ftalatos más peligrosos a un 0,1% del total del producto, esta restricción no es aplicable a la ropa (salvo para sacos de dormir) a pesar de que los dibujos plastificados pueden tener hasta un 40% de ftalatos.
- Metales pesados: Los metales pesados como el Plomo, el Cadmio o el Cromo forman parte del proceso de elaboración habitual de la ropa. Un análisis de camisetas realizado por la Organización de Consumidores Europea (BEUC) encontró Plomo, un alterador hormonal sospechoso de dañar la calidad del semen humano en camisetas de venta en Italia. También encontró Cromo y Níquel con efectos alérgenos y Antimonio que, junto con el sudor, puede producir dermatitis.
- Formaldehído: aunque no es considerado EDC, este tóxico utilizado para el acabado textil se ha encontrado en productos importados de venta en Europa. Tiene una elevada toxicidad aguda, es alérgeno y ha sido clasificado como cancerígeno por la IARC.
- Tintes azo: En el proceso de tinte de la ropa es habitual el uso de tintes azo, que pueden generar aminas cancerígenas.
Tóxicos allí y tóxicos aquí
Los contaminantes hormonales presentes en la ropa y liberados al ambiente contribuyen a aumentar el cóctel de tóxicos al que nos enfrentamos. Estas sustancias, como sabemos, son sospechosas de causar daños a la reproducción, defectos en el nacimiento y desarrollo, asma, alergias, desórdenes en el sistema inmune, mayor incidencia de obesidad, cardiopatías y cáncer en órganos relacionados con las hormonas, como tiroides, testículos o mama. No es casualidad que el aumento en el consumo de productos que contienen EDCs se relacione con el aumento de estos problemas en los últimos 50 años.
Los trabajadores de la industria textil se exponen directamente a estos tóxicos, sin ninguna medida de protección. Tras el proceso industrial, los tóxicos se vierten a ríos y lagos sin ningún tipo de tratamiento, generando condiciones insalubres que aumentan los peligros de salud para estas comunidades.
Pero, los daños no sólo afectan a los países de producción. Los EDCs viajan hasta aquí escondidos en la ropa, en forma de residuos que no se han conseguido eliminar, por ejemplo, restos de pesticidas, o como sustancias de acabado que quedan en la ropa intencionadamente, como los retardantes de llama.
Una vez aquí, al ponernos la ropa, los consumidores ponemos esos contaminantes hormonales en contacto con nuestra piel, una vía de acceso fácil de los tóxicos a nuestro organismo. Esta exposición es aún más peligrosa en el caso de mujeres embarazadas y niños, a los que pueden causar efectos para toda su vida.
Y no sólo eso, sino que al lavar esa ropa, restos de contaminantes hormonales pasan al agua de lavado y de ahí a nuestros ríos y mares, dañan la flora y fauna de nuestros ecosistemas.
¿Cuál es la solución?
La solución es desear que los tejidos en contacto con nuestra piel sean sanos, sin tóxicos; que sean justos y permitan a todos los integrantes de la cadena de producción tener unas condiciones de vida dignas.
Para ello podemos comprar menos ropa, pero de producción más limpia. También tenemos la opción de construir o participar en redes de trueque y venta de ropa de segunda mano, considera por el número de lavados, con menor contenido en algunos contaminantes hormonales, como los Nonilfenol etoxilatos. (Un buen consejo es lavar al menos dos veces cada prenda nueva que compremos antes de usarla). Por último, podemos rescatar actividades tan creativas como coser o tejer nuestras propias creaciones y preocuparnos por mantener el buen estado de la ropa.
Si vamos a comprar, lo mejor es elegir tejidos naturales y ecológicos y evitar las ropas de fibra de plástico, de PVC o con dibujos de PVC. Una forma de asegurarnos un productos sano es optar por ropa con etiquetas ecológicas. Según la Organización de consumidores danesa KEMI, éstas son algunos de los sellos que dan más garantías:
Garantiza 40 criterios que cubren el ciclo de vida de los artículos textiles, con restricciones al uso de pesticidas, metales pesados o alérgenos, pero no evita los disruptores endocrinos salvo los prohibidos por la legislación europea. Si el algodón utilizado es orgánico, debe aparecer indicado en la etiqueta. No cubre criterios sociales o económicos.
Oeko-Tex 100 garantiza la ausencia de una gran variedad de tóxicos peligrosos sobre unos límites especificados así como análisis separados para ropa de niños y ropa en contacto con la piel. Si es Oeko-Tex 1000, además asegura el tratamiento de vertidos y cumplimiento de condiciones laborales dignas y sin trabajo infantil. Si la etiqueta indica 100 Plus, quiere decir que ese producto cumple tanto garantías ambientales como sociales.
Con esta etiqueta el producto debe contener al menos un 95% de fibras orgánicas naturales. Es un sello muy exigente en cuanto al proceso y la salud humana. Si el sello indica «hecho con material orgánico» el contenido de fibras certificado es del 70%.
www.global-standard.org
BioRe indica que el algodón es orgánico, sin monocultivo, sin tintes sintéticos, sin cloro y con condiciones laborales decentes.
www.remei.ch
El Ángel Azul garantiza tanto el cumplimiento ambiental como el social. Sin transgénicos y con fibras orgánicas. Las fibras de celulosa proceden de bosques gestionados de forma sustentable. Sin retardantes de llama.
www.blauerengel.de
A falta de estos sellos, algunas grandes marcas han firmado el compromiso DETOX de Greenpeace, para reemplazar los químicos peligrosos de la ropa por alternativas seguras para el año 2020. Es un buen principio de camino, pero no exento de críticas por la falta de transparencia y eficacia con la que lo están llevando a cabo algunas marcas. Además, no se debe olvidar que este compromiso no se refiere a condiciones laborales en los países de producción.
Cada vez que compramos ropa barata en grandes almacenes, somos cómplices de este modelo globalizado de producción textil: somos cómplices de contaminar y de consentir situaciones laborales esclavizadoras. Ojalá recordemos esta realidad cada vez que nos seduzcan desde los escaparates.