Tradicionalmente se ha relacionado la obesidad con una dieta con exceso de calorías y una vida sedentaria. Sin embargo, una nueva línea de investigación científica demuestra que la exposición a sustancias químicas sintéticas presentes en el ambiente, los contaminantes hormonales, puede jugar un papel importante en la epidemia de obesidad que sufrimos en la actualidad.
Siguiendo esta idea, Jerry Heindel, del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental de Estados Unidos (NIEHS, en inglés), ha publicado la llamada «Declaración de Parma», en la que treinta científicos muestran su consenso con la hipótesis que relaciona contaminantes hormonales con obesidad, diabetes y otras enfermedades metabólicas.
Según el estudio, la exposición prenatal y durante los primeros años de vida a estos contaminantes hormonales, también llamados disruptores endocrinos, puede afectar al desarrollo del tejido graso y al metabolismo de los alimentos en la edad madura. Se utiliza el término «obesógenos ambientales» ya que afectan al peso, e incluyen sustancias como ciertos pesticidas, retardantes de llama, plomo, bisfenolA o ftalatos, entre otros. La exposición se produce a través de la alimentación o del consumo de productos de uso diario, como cosméticos o plásticos.
Según los expertos, es imprescindible que esta información llegue a la población, en especial a mujeres embarazadas, para que reduzcan la exposición del feto al elegir una alimentación libre de pesticidas y evitar el consumo de productos que contengan estos tóxicos. También es necesario que exijamos a los gobiernos y a la UE que pongan en marcha de una forma real los mecanismos de control sobre estos contaminantes.