Se ha demostrado que reducir los disruptores endocrinos per y polifluoroalquilos (PFAS) en el agua potable mejora la fertilidad y reduce drásticamente la tasa de nacimientos prematuros y de bajo peso.
Los PFAs son tóxicos cancerígenos y disruptores endocrinos producidos y comercializados por la industria a pesar de conocer sus terribles efectos. Hoy en día están en la sangre de todos los seres humanos, incluidos los que no han nacido aún.
Mejoras en la salud
Los datos del estudio revisado por pares publicado en la revista Environmental Health, no dejan lugar a dudas. Reducir los per y polifluoroalquilos (PFAS) en el agua potable genera una reducción drástica de la tasa de nacimientos prematuros y de bajo peso. También mejora las tasas de reproducción.
Se trata de datos reales de la ciudad de Oakdale, Minnesota. Allí, han observado estas importantes mejoras en la salud con solo filtrar los perfluoroalquilos y polifluoroalquilos (PFAS, en inglés) del agua de grifo.
Estos resultados tienen gran importancia porque los PFAS se detectan en los suministros de agua potable de todo el mundo.
Los PFAs son sustancias creadas por el ser humano. Se emplean para hacer antiadherentes los utensilios de cocina y en el tratamientos de tejidos resistentes al agua y a las manchas. Su descubrimiento, en los años 50 del siglo pasado, supuso una revolución que prometía hacer la vida más fácil a los consumidores, además de dar ingentes ingresos a la industria productora. En realidad han supuesto una contaminación persistente y peligrosa.
Los dos PFAS más conocidos son el PFOA (ácido perfluorooctanoico ) y el PFOS (ácido perfluorooctano sulfónico).
El PFOA es el conocido comercialmente como teflón, el famoso antiadherente de las sartenes.
Per y polifluoroalquilos (PFAs)
Los PFAS se han asociado con efectos adversos muy graves para la salud, como el cáncer de riñón o testículo. Estudios más recientes plantean que pueden afectar negativamente a nuestro sistema endocrino, al embarazo, la fertilidad y a nuestro sistema inmunológico.
Además son tremendamente persistentes, se encuentran en la sangre de poblaciones de todo el mundo y se detectan cada vez más en los suministros municipales de agua potable.
Debemos agradecer el descubrimiento de la toxicidad de estos venenos al granjero Earl Tennant, de Virginia Occidental, que en 1998 pidió ayuda al abogado Rob Billot para averiguar por qué su ganado moría tras beber el agua del arroyo cercano.
Lo que descubrieron es que algunas empresas, como DuPont estaban comercializando el PFOA y otros PFAs a pesar de que habían observado en sus tests que producían cáncer y deformidades congénitas en animales de laboratorio.
Dupont comercializó estas sustancias a pesar de que sabía que producían cáncer y deformidades congénitas en animales de laboratorio
¿Qué hace Europa?
Según la Estrategia de la Comisión Europea para la sostenibilidad de sustancias químicas, Europa quiere eliminar gradualmente el uso de PFAS salvo en sus «usos esenciales».
Es decir, ahora mismo, Europa pierde el tiempo en discutir qué es y no un uso esencial, algo tremendamente subjetivo. Pero lo que no es subjetivo es el daño los PFAS siguen causando en nuestra salud y en los ecosistemas. Tampoco es subjetivo el beneficio que desde el siglo pasado sigue recibiendo la industria productora y comercializadora, a pesar de las demandas recibidas. Porque estos tóxicos siguen utilizándose en utensilios médicos y ropa de montaña, entre otros usos.
Europa debe detener la fabricación y venta de todos los poli y perfluoroalquilos (PFAS), analizar su presencia en el agua potable y filtrarlos. Y por supuesto, aplicar el principio «quien contamina paga» y responsabilizar a toda la industria que se ha beneficiado envenenando al planeta.